Yusi en las calles de México
Días después, al despertar y mirar a mi alrededor,no sabía donde me
encontraba, me pregunté: ¿estaré en Madrid, en Vitoria?, hasta que mis ojos
se encontraron con esa chahparrita de nombre ridículo, llamada Fernanda,
hasta entonces me di cuenta que despertaba en México.
Horas después estaba subiendo a un micro, abarrotado de gente,sentada,
parada, cogidas a un tubo suspendido en el techo del mismo.
Con mi tamaño, llegué a pensar ¿dónde me colocaré yo? la suerte estuvo de
nuestro lado, unas personas se pararon y cedieron el sitio para nosotros.
Fernanda, como es pequeña, se colocó debajo de los asientos, yo me senté
pegando a mi amo,pues la verdad no quería perderme ese paseo, ¡qué menudo
viaje!.
De repente arrancó, aquello se puso en marcha y cogió una velocidad ¡que
asustaba a propios y extraños!, al paso por los topes daba unos botes de
miedo, unos frenazos que si no fuera por que mi amo me llevaba bien
agarrada, ¡me veía de copiloto!.
Confieso ahora que mi amo no me escucha, que pase mas acongojo que cuando mi
viaje en el avión sobre el Atlántico y con esas turbulencias que lo hacían
bailar de un lado al otro.
Cuarenta minutos después de ese viaje de terror, llegamos a Metro c.u, bajé
corriendo las escalerillas y puse patas en tierra, tanto es así que hasta me
di el gusto de dar un suspiro y exclamar ¡qué felicidad!.
Con la orden oportuna de avanzar, empecé a moverme, y al mirar al frente
abrí los ojos como platos,lo que ví no me lo podía imaginar, era gente y más
gente, no divisaba el horizonte, miré al suelo y me quedé nuevamente
extrañada, una acera estrecha y desigual,en ese momento me acordé de las
aceras de mi país,amplias, y bien adaptadas para las personas
condiscapacidad en general y ciegos en particular.
Poco tiempo después me volví a sorprender más, puestos y mas puestos, a un
lado y otro de la acera, olores que me desconcertaban, y a mirar nuevamente
hacia el suelo, ¡basura!, envoltorios con olor a comida, yo intentaba bajar
mi cabeza para recogerlos pero ahí estaba él para corregirme y devolverme a
mi lugar.
Íbamos recorriendo aquel río de viandantes llendo y viniendo, los puestos a
nuestro alrededor,la música a todo volumen y un sin fin de obstáculos por
doquier.
Llegue a unas escaleras que suponían iban al metro, lo extraño es que no
bajaban como yo recordaba de Madrid, si no que iban hacia un puente,pero
bueno allí que empecé a subirlas, al llegar arriba del todo giramos a la
izquierda,fui en busca de lostorniquetes, los pasé y descendí a los andenes
del tren.
Aquello para mi asombro seguía igual de abarrotado, subían, bajaban,
pasillos atestados.
Llego el tren, a Juan Carlos no le dio tiempo ni decirme busca puerta,
cuando nos dimos cuenta estabamos dentro del mismo empujados por lacantidad
tan grande de viajeros. Se empezó a mover y sentí bajo mispatas el roce de
las ruedas contra los raíles, y al igual que en el micro, iba sentada
viendo todo a mi alrededor, no quería perderme nada de aquel nuevo viaje.
Mi cabeza bien alta, viendo a través de las ventanas el paisaje, parques y
edificios que ibamos dejando atrás a un lado y otro del tren.
De pronto para mi asombro entramos en un túnel y todo se volvió oscuro ante
mis narices. Solo llegaba a ver unas luces que supongo iban a nivel de los
railes,el tren se movía de un lado a otro, ¡y cada vez cogía mas y mas
velocidad!
Nosotros seguíamos allí, mientras los viajeros subían y bajaban del mismo,
Fern, acostada a los pies de ella, y yo bien agarrada por él para no irme al
otro lado del tren.
Por instantes, vinieron a mi mente, lo que había vivido en esta mi corta
vida;
Me acordé de Paloma y maría del Carmen, mis cuidadoras en Madrid, dos
hermanas que durante un año me cuidaron muy bien en su casa, y me tuvieron a
todo capricho, así como también, recordé Los nueve meses que permanecí en la
escuela junto a mis compañeros y compañeras que seríamos futuros perros
guía, ¡y como olvidarme de mi instructor Richi!
Transcurrían los instantes y yo seguía con mis recuerdos.. los cuatro meses
por mi otra ciudad, Vitoria, junto a Juan Carlos,que me tuvo a cuerpo de
reina y que aúnno termino de conocer, pero que es un gran tipo, aunque
algunos no lo crean..
Estaba hyo en esto cuando de repente aquello dio un frenazo y me volvió a la
realidad, me acordé de que estaba en México!.
Me dijo busca puerta, y ahí me puse yo presta y dispuesta para salir del
tren.
Me acerqué a la pared para evitar el peligro de caer a las vías, recorrí el
andén hasta dar con el pasillo que me había indicado previamente Juan
Carlos.
Estabamos en la estación de Hidalgo, donde íbamos hacer el transbordo para
el Zócalo capitalino.
Despues de caminar durante 10 minutos mas o menos por aquellos pasillos
larguísimos, atestados de usuarios, vendedores con sus puestos y ruido a no
poder mas llegamos al andén para coger el otro tren que nos habría de llevar
hasta nuestro destino final.
Nos tocó esperar un ratito, yo como siempre estaba mirando a un lado y otro,
olfateando todo, ¡hasta lo que no debía!.
Era un mundo lleno de olores, de sonidos extraños y todo cuanto no os podéis
imaginar para mí.
Llego el tren, recibí la orden de busca puerta, aunque había muchísimo
viajero, no hubo el empujón aquel que nos colocó a los dos de un salto en
MetroC.u.
Me acomodé lo mejor que pude entre tanta gente, ahora era yo qien me sentía
enana ¡perdida entre tantas piernas!.
No me movía por si acaso uno de esos cientos de pies estrujaba mis manos o
mis patitas,me arrimé lo máximo que pude a mi amo para que me diera
protección, y sentí su mano en mi cabeza, aquello me alibiaba.
Empezó a moverse en dirección a nuestro objetivo,a medida que avanzaba cogía
más y más velocidad y aquello a mi me empezaba a inquietar.
Al poco tiempo, mi cuerpo se iba para un lado, ¡que menuda curva!, me fui
patinando hasta quedarme no se como entre las piernas de mi amo.
Como era de esperar de pronto dio un frenazo, y las miles de piernas iban y
venían, parecía que estabamos en un parque de atracciones!.
A Juan Carlos no le dio tiempo a darme la orden de Yusi busca puerta, y salí
de allí volando, necesitaba respirar aire y no sentir tanta presión,ya
que era una enana entre aquellos gigantes en ese momento.
Me dirigí en búsqueda de la salida del metro, como en todos, igual, pasillos
largos y atestados de usuarios que iban y venían en todas direcciones.
Pendiente de todo, pero al mismo tiempo pendiente de él, librando personas,
obstáculos, y avisandole de los torniquetes.
De ahí me fui en búsqueda de las escaleras que estaban ante mí, ¡qué
ilusión,ver el mundo exterior!
Llegue hasta ellas, le marrqué la primera y al unísono nos pusimos a
subirlas,escuchaba el grito de los vendedores gritando sus productos:
"vendo cola, cola a 5 pesos".
Se nos cruzaban por lo que yo tenía que ir librando todo y evitar que mi amo
se diera de bruces con ellos o se fuera al suelo.
Aquello me tenía aún mas perpleja, y cuando hubimos subido del todo me quedé
maravillada.
Ante mis ojos se abría una plaza inmensa, con su plancha, aquello parecía no
tener ni principio, ni fin, edificios coloniales, la catedral metropolitana,
y vuelta a ver puestos y mas puestos alrededor de la boca del metro.
Me empecé a mover entre las multitudes, librando mesas, desniveles en el
suelo, ymarcando las zonas donde la acera estaba cortada.
Después de salir de aquel jaleo, ví una acera amplia, ¡qué ilusión!,mi
corazón se revolucionó y mispatitas por efecto de lo que estaba viendo
empezaron a correr y correr.
Pero claro ahí estaba él, para darme un jalón y bajar la velocidad.
Buscamos un cruce,¡ menúdo cruce!,tenía un semáforo, pero aquel no sonaba
nada, y me pregunté ¡cuándo cruzaremos aquí?, este no suena como los de mi
país.
La suerte se volvió a poner de nuestro lado, se acercó la mujer policía, y
nos ayudó a pasar, iba a nuestra par y con una señal el tráfico seguía
parado y cuando estabamos sobre la acera al otro lado la circulación se
puso en marcha, ¡pero menuda marcha!.
¡Parecían que estaban en el rally de Montecarlo!.
Recorrimos la plancha del Zócalo bajo un sol de justicia, a Fernanda y a mi
se nos empezaba a quemar las patitas por el calor que desprendía el suelo.
A ellos el calor también les hacía su efecto, así que retrocedimos en busca
del mismo cruce, pero nos despistamos y terminamos no sé bien donde.
Gracias a un chico nos ubicamos en el cruce y nos ayudó a pasar al otro lado
donde daba la sombra, pero que la verdad yo no notaba mucho, mis patitas
iban ardiendo, mi pelo parecía que iba a empezar a arder, y a pesar de no
sentir el sol encima nuestra, el calor seguía siendo igual de asfixiante.
Nos dirigimos a la izquierda y una señora nos ayudó a buscar un restaurante,
estuvimos un buen rato andando hasta dar con él.
Todos contentos, pero en especial yo, pues ibamos a tener un rato de sombra,
frescura al estar acostada en el suelo.
Pero nuestro gozo se quedó en un pozo, el señor nos prohibió la entrada, les
dijo perros no, por mucho que ellos insistieron que éramos perros guía, el
señor seguía obstinado enprohibirnos la entrada.
¡aayy!, aayy!, cuánto eché de menos, en ese momento, la ley de mi país para
que a este tipo le cantaran las cuarenta.
Seguramente, se le quitarían las ganas de prohibir mas el acceso a los
perros guía.
Pero claro la realidad es que estoy en México y la ley no existe como la que
hay en nuestro país, dura y rígida, ¡que ni el mismo Dios se libra de
ella!.
Así que nada, retrocedimos sobre nuestros pasos y en busca de un sitio donde
nos dejaran pasar, a la pareja de mi amo se le ocurrió la idea de ir al
Sambors de los azulejos, y ahcia allí nos dirigimos.
Como no sabíamos a cuanto estaba, decidimos en tomar un taxi, y vuelta a
repetirse la historia;
-No, sueltan pelos, no subo a perros, o ni paraban!.
Menudo panorama que se nos presentaba, ¡menuda manada de burros insensibles!
Y otra vez en mi mente:
"Pinches taxistas", si estuvieráis en mi país, seguro que nos montabais por
que sí, si no os quedabaís sin licencia,¡ con una buena multa y hasta sin
ganas de ser tan burros!.
¡Os ibaís a enterar!
Por fin un taxista se dignó a parar y nos subió, ¡qué alibio!, mis patitas
ya no se quemaban aunque seguía sintiendo el sol caer a plomo sobre la
ciudad.
Nos acercó hasta el Sambors de los azulejos.
Bajamos y localizamos la puerta del restaurante, y yo me pregunté: ¿ ¿qué
pasará ahora?
Para mi sorpresa nos dejaron pasar sin problema alguno, ¡qué bueno!.
Ahora sí me sentía aliviada, estaba todo fresquito, me acuerdo que había una
fuente y a Fernanhda y a mí, nos entraron unas ganas locas de tirarnos de
cabeza a la misma.
Llegó una mesera, y la seguí hasta la mesa donde se sentaron a comer, yo me
caí de golpe en el suelo, y menudo estruendo que dio, mis huesos sonaron
pero no me importó, era feliz por que estaba fresquita y sentía las gotas
que me llegaban de la corriente de la fuente.
Nos dieron agua de beber, en ese momento era el mejor manjar que me estaban
dando.
Despues de un buen rato, nos recuperamos y vuelta a la calle,el sol ya se
estaba aplacando, calentaba, pero ya no se le veía mas que a ratos entre
los edificios.
Estuvimos esperando un rato para ver la alzada de bandera, pero allí no se
presentó nadie, por lo que nos retiramos a casa.
Hicimos todo el recorrido en el metro ahora a la inversa, todo seguía igual,
atestado de gente que iba y venía, de puestos a un lado y otro y al llegar a
Metro c.u abordamos un taxi, eso sí, yo me puse a temblar, me pregunté: ¿qué
suerte tendremos ahora?.
Otra vez estuvo de nuestro lado, el taxista nos subió sin reparo alguno y en
unos 20 a 30 minutos estabamos subiendo las escaleras de casa.
Una vez Juan Carlos me hubo quitado el arnés, me dio mi ración de comida, y
me fui acostar un ratito pues estaba agotada de este día tan intenso.
Antes de dormirme reflexioné:
Soy un perro guía, me prepararon para ayudar, presto mis ojos a Juan Carlos,
pero ¡cojones!,
¡México es un asesinato, acaba con todo perro guía en un momento!¡
Qué ciudad tan mounstro,! ¡qué ciudad mas inaccesible para los ciegos
totales!, recorrer las calles de México es agotador, es tener los cinco
sentidos al cuidado de Juan Carlos para que algún día ambos regresemos sanos
y salvos a España.
Yusi
"No es una perra cualquiera, ¡es la mejor perra del mundo!
Por Antonio Pascuala